Si tienes problemas como sensación de hinchazón, episodios alternos de diarreas y estreñimiento, dolor abdominal, cansancio sin motivo, malestar general crónico, obesidad que no responde a las dietas, dolores de cabeza, mareos u otros síntomas que te provocan malestar general crónico y disminuyen tu calidad de vida, puede que seas intolerante a alguno de los alimentos que consumes habitualmente.
Estamos muy acostumbrados a oír hablar de alergia a determinados alimentos pero ¿sabemos en qué se diferencia de la intolerancia o sensibilidad?.
La alergia es una reacción grave que se desencadena de manera rápida tras la ingestión del alimento alérgeno y está mediada por los anticuerpos IgE. Sus síntomas pueden ir desde reacciones cutáneas como sarpullido o irritación hasta problemas respiratorios y shock anafiláctico que comprometan la vida del individuo.
De todas formas, no todas las intolerancias alimentarias son de este tipo, otras (hipersensibilidad no inmunológica) se deben a deficiencias enzimáticas, como la intolerancia a la lactosa de la leche o a sensibilidad frente a diferentes compuestos químicos que forman parte o han sido añadidos a los alimentos.
Síntomas característicos, pero no específicos, de las intolerancias alimentarias pueden ser:
- De tipo digestivo: dolor estomacal, diarrea, estreñimiento, dolor abdominal difuso y crónico, síndrome de colon irritable, hinchazón,...
- De tipo dermatológico: urticaria, picor, psoriasis, eczema, acné,...
- De tipo neurológico: dolor de cabeza, migraña, vértigos, mareos,...
- De tipo respiratorio: rinitis, dificultad para respirar, asma,...
- De tipo psicológico: ansiedad, depresión, hiperactividad (sobre todo en niños),...
- Otros: dolor articular o muscular, obesidad resistente a dietas, fibromialgia, fatiga crónica,...
La intolerancia a un determinado alimento es difícil de diagnosticar en una consulta médica normal, ya que, a la gran variabilidad y poca especificidad de los síntomas, se une que éstos pueden aparecer varios días después de haber ingerido el alérgeno, por lo que es difícil establecer una relación causa-efecto como en el caso de las alergias, donde la reacción es prácticamente inmediata. De aquí, el gran interés que despiertan los métodos de detección de intolerancias alimentarias.
Existen muchos métodos que han sido utilizados para detectar estas intolerancias, pero la mayoría de ellos no están validados científicamente. Así, el test de DRIA consiste en suministrar el alérgeno sublingualmente y posteriormente medir la pérdida de fuerza muscular; otro método es la cinesiología aplicada, en la que se valora la pérdida de fuerza muscular al sostener un frasco de cristal que contenga el alérgeno; en otras ocasiones se utiliza la biorresonancia, fundamentada en la idea de que el cuerpo humano emite ondas electromagnéticas "buenas o malas" según el estímulo al que se le someta, entre otros.
Sin entrar a valorar estas opciones, un método que como profesional me ofrece más garantías para identificar la intolerancia alimenticia de tipo inmunológico es la detección en la sangre del sujeto de la presencia de anticuerpos IgG que correspondan a la reacción ante un determinado alimento. Hoy en día para hacer esta prueba basta una gota de sangre y menos de una hora. Con un test de intolerancia como el que pone a nuestra disposición la Farmacia El Cabo de Santa Cruz de Tenerife podemos conocer nuestra tolerancia a 59 alimentos en solo 40 minutos.
A partir de aquí ¿qué podemos hacer si se nos detecta alguna intolerancia alimenticia? Lo principal es eliminar ese alimento de nuestra dieta, pero a veces esto no es tan fácil como parece, sobre todo si se trata de componentes de la ingesta diaria tan comunes como el trigo o los huevos. Por una parte, eliminar estos nutrientes sin sustituirlos por otros equivalentes puede conducir a desequilibrar nuestra dieta y, por otra, hay que seguir una pauta temporal de retirada y reintroducción de los,en un principio, alérgenos. La persona indicada para llevar a cabo este control es un nutricionista que, mediante vigilancia cercana e instrucciones precisas, consiga, en la medida de lo posible, volver a incluir los alimentos problemáticos en la dieta del paciente.
Los testimonios de personas que han comprobado como la retirada de determinados alimentos de su dieta ha supuesto una mejora sustancial de su calidad de vida, con la desaparición de molestias crónicas que llevaban años padeciendo, me hace aconsejaros que consultéis con un profesional si os parece identificaros con el perfil del intolerante a algún alimento. La prueba que os he descrito es sencilla, rápida y fiable y puede suponer, unida a un adecuado seguimiento del proceso, un antes y un después para vosotros.
¿Qué opinas? ¿Te has dado cuenta alguna vez que retirando un alimento de tu dieta te encontrabas mejor en general?
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